jueves, 10 de octubre de 2019

Crónicas de Indias III


Crónicas de Indias III
Octubre 4 de 2019
En la Nueva Tierra Descubierta
527 años después.

Hace unos meses regresé a Colombia. Hacía dos años no visitaba mi país. Qué les puedo decir? No puedo seguir adelante en mi vida sin escribir esto que siento la obligación de expresar de alguna manera aunque a nadie le importe. No quiero detenerme en otros puntos que serán tema de otro artículo, columna o blog.

Algunas cosas me sorprendieron positivamente, pero otras me parecieron de nunca volver, mucho más porque un amigo que no conocía el país, aceptó mi invitación  de aventurarse e ir a Colombia; tuve que pasar estas vergüenzas, gracias a algunos colombianos “de bien”, porque siempre que hay problemas con estos desadaptados resulta que son de familias “bien . . . .torcidas” por no utilizar otra palabra.

Deseo detenerme en un punto en que sé puedo ser tildado de retrógrado, dictador, derechista, etc. El punto es: Todo el mundo tiene derecho a expresarse, según lo han manifestado abiertamente por muchos medios; en la ley de algunos países, en el argot popular, en los derechos humanos, etc., la llamada libertad de expresión,  incluso yo mismo, aquí en estas líneas ejerciendo el derecho a expresarme. Una libertad de expresión que por supuesto nunca es, ni podrá ser absoluta.

Voy a ser muy preciso: pasé por las calles entre los municipios de Funza y Mosquera, en Cundinamarca. Me sorprendió increíblemente tanto comercio, tanto nuevo edificio, tanto “local”, cientos de nuevos negocios, de todo lo que podamos imaginar. Es increíble. Algunas construcciones nuevas me parecieron  bien logradas o terminadas. Pienso que los dueños se preocuparon por contratar a un arquitecto, definir un diseño, unos terminados, una expresión a través de la arquitectura que no solo fuera un espacio de mercado sino que también transmita algo a todo ser humano que por allí transite. También esto pasa a formar parte del contexto del barrio, del municipio, de la cultura que allí expresa una comunidad.

Pero ojalá fuera todo así de bonito. No señor. Resulta que Usted completa el panorama  cuando hace la misma ruta después de las nueve de la noche cuando todos los negocios han “bajado” o cerrado sus puertas. Allí Usted podrá ver todos los esperpentos de letreros, grafitis y toda suerte de porquerías pintadas en las paredes, ventanas, puertas y garajes de cada uno de las propiedades a lo largo y ancho de las calles. Es increíble lo ineptos y desvergonzados que son las juntas de acción comunal, los concejales, los alcaldes y gobernantes en general.

En este punto algunos me podrán tildar, como lo escribí, de retrógrado y demás. Quiero aclarar algo: Una cosa es una pintura realizada a manera de mural en un edificio, como lo he visto en algunos edificios en Bogotá, que ante la ausencia de una edificación aledaña, los dueños conceden el permiso para que en su pared se plasme una pintura abstracta, decorativa, surrealista, contemporánea, futurista, lineal o la que sea. Otra cosa muy diferente es que desadaptados sociales arruinen los frentes de las propiedades ajenas argumentando ¿qué derecho? ¿La libre expresión? ¿El arte? El derecho a arruinar una construcción que el dueño o el arquitecto o el maestro de obra o el que sea, busco terminar con cierto diseño y materiales para que un criminal con una pintura en aerosol esparza en ello sus deyecciones mentales?

¿Un ciudadano no tiene derecho a tener su casa con un diseño finalizado acorde a lo que él quiere para sí mismo, para su familia, como contribución también de embellecimiento al bien común, en este caso en bien del barrio, del municipio y de la comunidad en general? Pensemos en un municipio como Villa de Leyva. ¿Acaso podemos imaginar la totalidad de sus fachadas inundadas de grafitis? ¿En qué condición o hueco caería con todo su estilo y contexto que desarrolló y que conserva hasta hoy?

Hay zonas en donde, por circunstancias de la vida, hoy vivo, en las que los grafitis se quisieron extender (es decir, los grafiteros quisieron hacer de las suyas en cuanta pared querían). Los gobernantes, que al parecer, aquí, piensan un poco; penalizaron, judicializaron y multaron a los autores de grafitis o grafiteros. La ciudad se ha esmerado por mantener limpias la totalidad de las paredes que son propiedad pública y han exigido que las fachadas de propiedad privada sean acordes a todo el contexto de la localidad pidiendo que estén debidamente terminadas en el material que sea, pero limpias, o pintadas. No son barrios lujosos, ni opulentos, son barrios normales en los que se respira un mejor ambiente para vivir. El tema no es el dinero, sino el aseo incluso visual para los habitantes de cada lugar.

Con todo el respeto hacia las familias que han sufrido pérdidas absurdas por este tema, hay “artistas” que han terminado mal, a manos de la policía, porque en esa alcaldía, condado, ciudad, etc, ese tipo de hechos está constituido como un delito y la policía hace respetar la ley. Pienso que es su función: un grupo de ciudadanos a través de los impuestos le paga para que haga cumplir las leyes que allí establecieron, así esas leyes no les gusten a algunos de los miembros de la misma comunidad ni a los extranjeros que allí vivan. Alguien puede decirme que se dio un exceso de fuerza o autoridad que no es objeto de este artículo. En otras ocasiones estos “artistas” han hecho de las suyas en barrios que son considerados una “zona” que le pertenece a una “pandilla” y han recibido sendas golpizas por hacer este tipo de actos. Despues de eso han abandonado el "arte del graffiti".

Una pregunta que siempre me he hecho desde hace muchos años es ¿por qué el colegio parroquial o que pertenece a la Parroquia Santiago Apóstol, en el parque principal de Funza, no sufre la saña y violencia de estos desadaptados? ¿Cómo es que esta institución puede tener asi de limpia su pared, junto a los edificios que son o eran del Colegio del Rosario de la comunidad de las hermanas dominicas, vueltos una miseria por estos hampones. Solo tengo una respuesta. 

Siempre que veo estos "paisajes urbanos" que arruinan cualquier sentimiento de paz, armonía o identidad con el lugar que se visita o donde se vive, resuena en mi memoria aquel refrán, que como todo refrán transmite una verdad incontestable: "La pared y la muralla son el papel del canalla".

Mi pregunta en torno a todo este tema y contexto, en últimas es: ¿Dónde está el derecho a la propiedad privada? ¿Dónde está el derecho a la propiedad pública? Estos “artistas” no tienen respeto de nada. No respetan ni las propiedad construidas con dineros privados y mucho menos las propiedades construidas con el dinero de todos: los impuestos. Una prueba? Mire cómo tienen ya los puentes vehiculares. Aquí empiezan a aparecer las llaves. 

Pienso que esto tiene que ver con el que no exista una identidad civil común. Es el problema que tiene la ciudad de Bogotá, que ha acogido a millones de personas que no les importa la ciudad, porque no la consideran suya. Vienen a buscar mejores oportunidades, pero no existe una identidad con ella, que los acoge y de una u otra manera les brinda lo que en ella vienen a tratar de lograr. 

Los señores alcaldes tendrían que implementar campañas de educación ciudadana para que se fuera sembrando esta identidad civil no solamente con la ciudad, sino también con lo público.  Cuando hay una identidad civil común, entonces todos los ciudadanos, desde el alcalde o gobernador hacia abajo, todos, todos cuidan, no solamente lo privado sino también lo público. Cuando hay identidad con lo público los ciudadanos ayudan a cuidar las calles, se propende por el aseo, se denuncia lo que esté mal, etc. 

No sé qué pase el día en que en la casa de cada uno de los concejales y del alcalde, aparezcan colmadas de grafitis y deyecciones a color, como las saben hacer estos personajes. Imagino que ese mismo día, juiciocitos, asisten a trabajar, legislan, penalizan, decretan, sea en en el orden que sea y hacen cumplir la ley para proteger sus propiedades privadas y de paso, quizás hagan algo por lo público, que rara vez lo hacen, a no ser que tengan una mordida de por medio. En fin. Pero en este momento se me ocurre lo que siempre concluyo. Que estos políticos pensarán: No podemos judicializar ni penalizar esto porque de pronto uno de mis hijos o un sobrino o un servil amigo político tiene también un hijo que hace grafitis y podrían ir a la cárcel. Entonces, mejor, digamos que estamos trabajando en eso. Y pasan así otros cincuenta años. Por si no lo sabía, así piensan los políticos que tenemos. Así son de ineptos y egoístas.

He sabido de municipios arruinados hasta el hedor visual por esta plaga. También he sabido de otros en los que NO encontramos esta degeneración social. Pero los gobernantes no se atreven a preguntar a colegas y demás cómo hicieron, para tomar ejemplo y asumir estas mismas vías, normativas, leyes, decretos o pedagogías para lograr lo mismo en sus propios municipios. Su orgullo de reyezuelos les impide hacer algo así.

Otro elemento es que estas manifestaciones de “arte”, obviamente están protegidas por políticos que simpatizan con la anarquía, el caos, el desorden social a todo nivel, la improvisación y el desdén ante la administración de lo público. Son manifestaciones que muestran de manera implícita un pensamiento político y por ende un proyecto ó futuro común. En este caso, los tres: pensamiento, proyecto y futuro, asociados ó paralelos,  ó simétricos, a este tipo de “arte”, vejámenes contra la propiedad privada y pública, los veo como una nube en el horizonte que nos indica lo que vendrá más adelante.

Señor político y politiquero, Usted qué está haciendo para organizar la sociedad en este aspecto de la vida colectiva de los electores? Cuáles son los proyectos de ley que han presentado y aprobado para penalizar, judicializar y erradicar a los grafiteros y sus deyecciones a color que dejan a su paso por cada calle de nuestras  ciudades y municipios? Cuáles son las acciones que usted pide a la Policía Nacional? Usted respalda ó respaldaría esas leyes y esas acciones?

Ojalá tengamos pronto una señal de esperanza que el mundo puede ser mejor y que podemos construir algo mejor para el mañana.

Miguel Angel Cortes.